Nació el 4 de agosto de 1924 en Asunción en el seno de una familia involucrada políticamente con el movimiento revolucionario febrerista. Su padre, el Dr. Miguel Ángel, político del febrerismo se desempeñó como embajador paraguayo en Argentina y más tarde ministro de Relaciones Exteriores.

Este ambiente político dentro de su familia fue decisivo en la vida de Carmen ya que, además de formarse profesionalmente en Argentina y Paraguay como maestra -algo usual para la época- pudo involucrarse activamente en política, algo que no era frecuente para las mujeres. En los meses de apertura política -conocida como la Primavera Democrática– durante la dictadura del Gral. Higinio Morínigo, congregó en Asunción el proyecto de la Unión Democrática de Mujeres, que había fundado junto a mujeres como Esther Ballestrino y Lilia Freis pero también junto a otras militantes de distintos partidos políticos con el fin de obtener derechos civiles y políticos y colaborar con un proceso de democracia.   

Las desigualdades sociales y económicas, el ascenso del autoritarismo en los años 40 y las trágicas consecuencias de la guerra civil del 1947 reafirmaron en ella un compromiso aún mayor que se trasladó al campo de la resistencia y el combate. Varias veces exiliada junto a su pequeña hija y su esposo, trabajó activamente en la denuncia de los excesos que cometía el gobierno paraguayo, a veces con discursos políticos o notas periodísticas y otras muchas, con poesías en español y guaraní. 

No en balde, el gran escritor paraguayo Augusto Roa Bastos dijo “(…) ubicada en la línea social y popular inaugurada por Julio Correa, Carmen Soler representa por primera vez en la poesía paraguaya la irrupción de la mujer como poeta de combate. En sus poemas breves pero intensos, casi todos ellos en el ritmo del romance, se combinan el acento popular con una rigurosa intuición poética”

Sus poemas, escritos durante detenciones, encarcelamientos y distintos exilios políticos, fueron publicados en Argentina, Uruguay y Suecia. En 1963, Carmen viajó a Rusia como delegada en el Congreso de la Federación Democrática Internacional de Mujeres realizado en Moscú. Allí nuevamente denunció los abusos cometidos por el régimen dictatorial de Alfredo Stroessner contra mujeres, niños y niñas.

Hablaba con propiedad, pues ella misma había sido torturada en los sótanos y cárceles del Paraguay.